Crimson Dragon era un título destinado originalmente a Xbox 360 y sólo compatible con Kinect, pero posteriormente se destinó a Xbox One para incorporar compatibilidad con el controlador tradicional.
En 2003 aparecía para la primera Xbox uno de los mejores títulos que los socios japoneses de Microsoft le dieron a la máquina. Los legítimos herederos del Team Andrómeda de SEGA, Smilebit, devolvían a la vida a una franquicia mítica de SEGA Saturn con Panzer Dragoon Orta, que con su carisma, dirección artística, y jugabilidad, terminó siendo una obra de culto. Ahora, una década después llega su sucesor espiritual de la mano de Yukio Futatsugi director de los tres primeros Panzer Dragoon, y su compositor y prodcutor, Saori Kobayashi.
Buscando a Orta desesperadamente
Con esta carta de presentación, era normal la expectación con la que cualquier usuario de la primera Xbox que disfrutase en su momento con Orta se sintiese atraído por este shooter de raíles anunciado como Project Draco, totalmente comprensible. Crimson Dragon tenía mucho de su parte para convertirse en un buen juego, no ya en una obra maestra como Panzer Dragoon Orta, pero sí en un título que mantuviese los valores de la saga de la que es heredero espiritual sin su nombre comercial. Jarro de agua fría. Crimson Dragon falla a muchos niveles: control desesperante, picos de dificultad estúpidos, gráficos a la altura de la primera Xbox, rejugabilidad basada en absurdas repeticiones para conseguir créditos y un juego de cámaras que es nuestro peor enemigo. En cambio sí alberga buenas ideas. La progresión del dragón, subida de nivel, evolución de ataques, ampollas con modificadores, la incorporación de los dragones ayudantes, y algunos enfrentamientos dignos de la vieja escuela, además de la banda sonora, que no decepciona. Pero fallando en cuestiones tan básicas, resulta frustrante y apena que la ejecución de un heredero de Panzer Dragoon, con el cariño que se le tiene, haya quedado en esto.
Crimson Dragon nos pone en el mundo de Draco, poblado de unos formidables dragones capaces de establecer un vínculo irrompible de por vida ciertos humanos con habilidades especiales capaces de montarlos y controlarlos. Pero el mundo de Draco está muriendo víctima de la epidemia carmesí; un virus del que no se tienen demasiados datos pero que tiene que ver con la reaparición del legendario dragón conocido como Fantasma Blanco. El jugador empieza como un novato recién llegado a la división Ícaro y al que se le acaba de entregar a su primer dragón, Piel Sangrienta.
La estructura de Crimson Dragoon es nueva para la serie en la que se inspira, está organizado en forma de misiones con diferentes objetivos y requisitos de desbloqueo, algo que se ha hecho con bastante acierto para poder prepararnos individualmente para cada reto. Cada una de esas misiones tiene varias etapas de distinto perfil: acabar con todos los enemigos, esquivar los ataques, recoger los orbes repartidos en el trazado o eliminar a un enemigo antes de un límite de tiempo. Ésos son todos los objetivos que vamos a encontrar, repetidos hasta más infinito. No hay más variantes ni refrescos ni nuevos acercamientos, eso es todo, además, sobre el mismo trazado único sobre raíles sin rutas alternativas -que sí había en Orta-, y peor, acabando desconcertados por un juego de cámaras que como decíamos se convierte en un enemigo más que nos empuja y hace estrellarnos contra obstáculos del escenario y oculta proyectiles, por lo que muchas veces acabaremos muertos sin saber desde dónde nos llegó el golpe. Se han incorporado zonas de vuelo libre, contadas, básicamente para enfrentamientos con jefes finales de gran tamaño, que lejos de mejorar el control, lo abren a un mayor grado de frustración.
La dificultad tiene picos desmedidos, absurdos. Nuestro dragón puede caer muerto tras tres balazos, desbordado por momentos por la cantidad de enemigos que aparecen en pantalla y unas oleadas de disparos y proyectiles dignos de Ikaruga. Por contra, todo se hace muchísimo más fácil cuando se contrata a un dragón aliado de un nivel muy superior al nuestro. Para ello tendremos que pagar con créditos, que es la moneda básica del juego. Hay que pagar para poder acceder y repetir misiones -absurdo ya que se aplica un doble requisito de acceso como haber conseguido antígenos específicos de enemigos que aparecen en otras misiones-, para comprar gemas de resurrección -que son las vidas o continues- y por paquetes de mejora del dragón, nuevos dragones cuando nuestro jinete sube de nivel y es posible montar criaturas más avanzadas.
El juego tiene una duración de unas 4 horas, pero apenas tiene 5 escenarios principales -Entrenamiento, Lago coral este y oeste, Lago subterráneo, Bosque- y dos más que se desbloquean en el tramo final. Lo lamentable es que su ejecución visual es digna de la primera Xbox -excepto algunas texturas y efectos-, no hay absolutamente nada de nextgen aquí, quizás algún destello se deja ver en las misiones de Colonia Perdida, pero para de contar. Los escenarios están vacíos hasta más allá de lo racionalmente cuestionable y se repiten en las diferentes misiones del mismo mundo. Además, las secuencias de introducción, diálogos y menús son todo imágenes estáticas y hay caídas del frame rate. Todo ello en un juego que se asienta en el Unreal Engine 3.
El control utiliza los dos analógicos; el izquierdo para el desplazamiento del dragón y el derecho para el apuntado, exactamente igual que en Orta, pero misteriosamente, aquí no funciona con la misma respuesta efectiva y rápida, se percibe pesado y torpe. Se puede configurar invirtiendo los ejes si estamos más cómodos y activar ayudas con un modo casual, o dejarlo más fiel a los Panzer Dragoon originales con el modo clásico. El dragón también tiene movimientos evasivos de izquierda a derecha -barrell rolls pésimamente traducidos como tonel volado ¿en serio?- y cuando se cuenta con un dragón ayudante, un ataque especial conjunto que viene a ser una mega descarga que limpia la pantalla de enemigos. Se puede activar Kinect, pero no para controlar al dragón al 100%, algo que ha sido de agradecer, si no para comandos de voz -hay que levantar una mano sobre la cabeza y pronunciarlo- que sirven para navegar por el interfaz dentro de la base -desplazarse por el nido de dragones, almacén, misiones, inventario- y para lanzar al dragón ayudante hacia adelante, mantenerlo protegiéndonos en retaguardia o lanzar el especial conjunto.
Vía | Meristation