Cualquiera que haya pasado más tiempo en un salón recreativo que estudiando tarde o temprano se plantea la compra de una recreativa o, en su defecto por ser algo más asequible, un arcade stick con el que jugar a sus títulos de lucha favoritos. Es precisamente ahí donde nace el primer punto de inflexión respecto a la compra del
Atrox para Xbox One.
En primer lugar porque no es un accesorio apto para caprichos, su precio (
199,99 euros) lo impide, pero no es el único culpable.
Es un dispositivo enfocado a aquellos que pueden tirarse años dándole caña a cada nuevo "
Street Fighter", al jugador de
Xbox One que sigue aprovechando la inversión del pase de temporada de "
Killer Instinct".
Su mayor baza es la misma que ya tenía el
Atrox de Xbox 360, la posibilidad de pulsar el botón iluminado de la parte inferior del cacharro y abrir la puerta a las tripas del aparato, la zona en la que se guarda la segunda palanca intercambiable y el destornillador imantado que nos permitirá modificarlo hasta la extenuación, ya sea añadiendo placa a su suelo plagado de agujeros para atornillar o modificando el mapeado de sus botones
Sanwa.
Es ahí donde se marca la diferencia entre un capricho caro y un dispositivo al que sacarle el máximo partido con el paso de los años, cuando los lanzamientos del género se puedan contar con más dedos que los de una mano y los modders decidan exprimir sus posibilidades al máximo cambiando piezas.